En México, el 73% de la población vive con sobrepeso u obesidad, una cifra que refleja una de las crisis de salud pública más importantes de nuestro tiempo. Esta problemática está estrechamente ligada a los hábitos alimenticios contemporáneos, caracterizados por un consumo elevado de azúcares añadidos, grasas saturadas y alimentos ultraprocesados.
Ángela, una joven adulta de 29 años, es un ejemplo común dentro de esta realidad. Su agenda exigente la mantiene con poco descanso y, para compensar su falta de energía, recurre con frecuencia a alimentos con alto contenido de azúcar. Aunque realiza actividad física con regularidad, su peso ha aumentado gradualmente, afectando no solo su desempeño físico, sino también diferentes dimensiones de su salud y bienestar.
Como muchas personas en su situación, Ángela ha probado diversas alternativas para regular su peso. Sin embargo, varios de estos métodos han resultado poco sostenibles y, en ocasiones, han deteriorado aún más su relación con la alimentación, generando ciclos de desregulación difíciles de romper.
Lo que Ángela desconoce —y que muchas personas aún no identifican— es que existe una opción más saludable y médicamente recomendada: la Dieta Mediterránea Mexicanizada (DMM). Este modelo alimentario adapta los beneficios de la dieta mediterránea tradicional a los ingredientes y la cultura gastronómica mexicana, ofreciendo un enfoque equilibrado, accesible y sostenible para mejorar la salud.

Conscientes del papel fundamental que juegan los hábitos alimenticios en la prevención de enfermedades, la Dra. Cintia Amaral, del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad de Monterrey, llevó a cabo un estudio con dos grupos de voluntarios con sobrepeso y obesidad. Uno de los grupos adoptó la DMM, mientras que el otro participó en un programa de educación nutricional.
Los resultados fueron positivos en ambos casos: los participantes mejoraron la calidad de su alimentación y redujeron su peso de manera saludable. Además, los efectos diferenciados entre los dos enfoques permitieron identificar nuevas oportunidades de intervención según las necesidades de cada población. Un aspecto especialmente valioso del estudio es que las y los participantes pertenecían al sector educativo de la zona, por lo que ahora pueden transmitir estos aprendizajes a sus estudiantes y comunidades.
Gracias a investigaciones como esta, personas como Ángela pueden comprender mejor que la regulación del peso no depende de soluciones rápidas, sino de hábitos sostenibles, educación nutricional y acompañamiento profesional. La DMM representa una herramienta efectiva que puede contribuir a mejorar la salud integral de la población y promover estilos de vida más equilibrados.
En la UDEM, creemos que cuidar la vida inicia con decisiones informadas y hábitos que fortalezcan el bienestar físico, emocional y social. El trabajo de la Dra. Amaral refleja este compromiso, mostrando cómo la ciencia y la educación pueden transformar vidas y construir comunidades más sanas.
